Gracias por abrir las puertas cerradas con los candados del olvido e inundar de luz la figura y el legado de Galdós. Gracias por mostrar a los canarios quien era Galdós. Gracias por creer que se podía levantar la cabeza y dejar todo atrás. Gracias por presentarme a Galdós.

Dicen que la cara es el espejo del alma. Solo hace falta ver en algunas de las imágenes donde aparece Yolanda, como su rostro desprendía una luz especial. Son pocos los elegidos, y ella lo fue.
Su gran legado sobre don Benito, al igual que la luz de su rostro, no se apagará jamás y seguirá guiándonos por su obra de manera constante y certera.
Gracias por tanto, Yolanda.

Desde que leí Fortunata y Jacinta no pude parar de leer a Galdós y de profundizar en la literatura y en la historia del siglo XIX español. Haber tenido el privilegio de conocer a Yolanda, escucharla y aprender de ella, ha sido de las mejores cosas que me han pasado en la vida, y no solo por su inmenso conocimiento de la vida y obra de Galdós sino porque, además, era una mujer excepcional: elegante, dulce y positiva, referente sin duda alguna. Agradezco haber compartido momentos valiosos a su lado. He sentido su fallecimiento como el de un familiar, siempre la recordaré sonriente, cariñosa, guapa.
¡Viva Galdós!

Tuve el privilegio de conocer a Yolanda personalmente. Era entrañable, muy culta y excelente persona.

Muchísimas gracias por toda la enorme calidad humana e intelectual que nos dejas. Te llevas todo nuestro cariño, respeto y admiración. Recuerdos a D. Benito.

Gracias Yolanda por el gran legado cultural que dejaste a tod@s y a la defensa de Pérez Galdos y a las enseñanzas que aportaste a la Universidad de LPGC. Además de la amplisima documentación,estudios y libros para la cultura canaria..Descansa e Paz y siempre en nuestra memoria.. GRACIAS

Yolanda: los galdosistas de las Comendadoras nos hemos quedado un poco huérfanos sin ti, sin tu sabiduría, sin tu generosidad, sin tu amistad. Siempre te vamos a recordar como lo que fuiste: un referente y una MAESTRA. Felizmente nos queda tu inabarcable obra para disfrutar de tus palabras una y otra vez. Qué enorme privilegio haberte conocido.

Envío desde este soporte mi más sentido pésame a los familiares, amigos y representantes de la comunidad galdosiana.

Ojalá seamos capaces de custodiar, valorar y continuar el legado incansable de Yolanda Arencibia en en el conocimiento y difusión de don Benito

Con la ocasión que me dió la publicación del libro Galdós. Una biografía, tuve el placer de entrevistar a Yolanda Arencibia para una televisión de ámbito local. Aquel encuentro fue el inicio de una amistad que, aunque distanciada por los ámbitos culturales de ambos, se llenó de complicidades. Vivencias y momentos enriquecedores que ahora permanecerán vivos para siempre en mi memoria.
Gracias, Yolanda.

No tuve el placer de conocerte pero sí la suerte de conocer a tu hijo, todo un privilegio y que hace honor a todo un legado.
D.E.P.

Gracias por tu luz, tu tesón y tu generosidad. Me consuela saber que estarás en la tertulia más privilegiada en el más allá junta a otros seres queridos como mi venerado Professor Round. Tu huella es imborrable. Me quedo eternamente agradecida, eternamente Yolanda, que me dejaras conocer más íntimamente al gran Benito Pérez Galdós. Detrás de cada gran hombre, como dicen.

Te conocí por las rutas galdosianas del grupo El Calvario.
DEP

Que nunca se me borre del alma tu sonrisa cálida.
Que siempre siga aprendiendo, como tú.
Que puedas preguntar a don Benito todo lo que quisiste saber de él y no descubriste.
Que siempre estés, desde el San Quintín de Galdós, mirando la bahía de Santander.

Inconcebible pensar en los entrañables congresos galdosianos sin la cariñosa y eficacísima labor organizadora de Yolanda. ¡obra de romanos! Inconcebible pensar en los estudios galdosianos sin su trabajo crítico e histórico y su magisterio universitario que tanto han enriquecido el conocimiento de la obra del maestro palmeño. Sí, familia galdosiana, y Yolanda deja un vacío entre nuestra familia, su generosidad, el cuidado de todos nosotros que nos prodigaba en esos encuentros, su ayuda siempre, queda entre nosotros como inolvidable presencia. Buen viaje, isleña.

Yolanda Arencibia facilitó la creación de un equipo que se propuso estudiar aspectos de la lengua de las obras de Benito Pérez Galdós. Nos reuníamos en Las Palmas, claro, y pienso que fue la primera ve que trabajé en equipo, aunque solo tuviera una pequeña parcela de estudio asignada. Obtuve mucho provecho de esas sesiones en las que nos sometíamos a la opinión del resto del equipo el texto que habíamos elaborado.
Y fue Yolanda quien moderó; es decir, reconducía la conversación cuando se daba alguna salida de tono, alquna crítica o alguna defensa ante una crítica... Siempre supo atemperarnos, ponernos en nuestro sitio, siempre con una dulce firmeza y una encantadora sonrisa. Nuestra procedencia era diversa, como nuestras edades, diferentes, y nuestras situaciones académicas. Siempre por encima de nosotros estaba el texto galdosiano y, entre él y nuestras individualidades, la sabiduría de Yolanda Arencibia.

Dicen que las palabras se las lleva el viento, pero todos sabemos que no es así. Tú eras un ejemplo de ello, al igual que Galdós... Y confío en que estas te lleguen a ti y a tu familia, que tanto te quiere.
Hay personas que llegan al alma, Yolanda, y tú eras una de ellas...
Siempre recordaré tu cordialidad, amabilidad, vitalidad. También la confianza que depositaste en mí desde el primer segundo, incluyéndome en tu familia galdosiana. Tuve la inmensa suerte de conocerte y de aprender de ti, y también de expresarte mi profundo cariño, sintiendo también el tuyo.
Cuando pienso en ti recuerdo el momento en el que, en el XII Congreso Internacional Galdosiano, en la comida de clausura, estando yo sentada al lado de tu marido y de tu hijo, me abrazaste por detrás, y yo, en un arrebato de cariño, te di un beso. Así, sin preguntar (con lo tímida que soy yo para esas cosas). Sonrío al volver a vivirlo en mi memoria, sobre todo por la espontaneidad del gesto de ambas. En ese momento, como en todos en los que coincidimos, me hiciste sentir como en casa, en familia.
Fuiste, eres, y serás luz para aquellos que te conocieron. Sin duda, a mí me acompañarás siempre en el corazón, guiándome también en mis estudios galdosianos.
¡Saluda a don Benito de mi parte!
Hasta siempre, Yolanda. Hasta que nos volvamos a ver. ¡Un abrazo y un beso muy fuerte!

En las fotos de grupo que nos hacemos en los Congresos Galdosianos, a menudo nos referimos a "la familia galdosiana", amplia pero no enorme, variada en edades y generaciones, con sus miembros dispersos por muchos países y hasta continentes. Al reencontrarnos, nos sentíamos felices de volver a compartir tiempo con esta familia elegida, que trascendía los intereses y afanes profesionales.
Como la familiar entrañable y respetada que convoca y reúne a tantos parientes dispersos, allí estaba Yolanda, feliz, agitada, saludando cálidamente a los mayores, e incluyendo en el grupo a los jóvenes y a los tímidos recién incorporados, que gracias a su generosa acogida, muy pronto se sentían encantados en la "casona familiar" del abuelo Benito. Yolanda, como miembro casi de sangre de la familia de don Benito, ha logrado que esa figurada "familia galdosiana" de sus lectores y estudiosos, haya sentido un calor familiar muy real.
Es un privilegio, un regalo de la vida, que nuestra elección profesional nos haya permitido cruzarnos con una persona tan asombrosamente cálida, generosa y amorosa.
Sus estudios Galdosianos son imprescindibles, es indudable. Pero las formas de transmitir a Galdós explican bien la simbiosis única del autor y su gran "predicadora", y la eficacia contagiosa de su pasión: humor, simpatía, empatía, humanidad, ingenio, trabajo incansable. Los dos, Galdós y Yolanda.
Comparto un recorte de imagen muy personal, de los antiguos tiempos analógicos. En el patio de Casa Museo, haciendo un poco el ganso, me arrodillé ante Galdós y Yolanda, diciendo que era mi "Primera Comunión" galdosiana. Más de treinta años después, Yolanda seguirá siendo guía y parte esencial de mi vida. ¡Cuántas veces "me confesé" con ella, y cuantísimo tengo que agradecerle!

Hay momentos duros en la vida, cuando pierdes a tu compañero o compañero de la vida o a un hijo, entonces tus entrañas quedan para siempre marcadas por el desgarro. Todos lo sentimos cuando perdemos a un ser querido.
Igualmente, cuando perdemos a un amigo verdadero los tejidos del alma se rasgan, y sientes la carne de las emociones viva, palpitante. Eso es lo que siento ahora. Además ese círculo humano, el nido personal, se acorta, y te sientes más solo, desprotegido.
Me consuela que la enorme energía desplegada por Yolanda en trabajar, en leer a Galdós estará ahora flotando en Universo, y allí se encontrará con la de otros grandes galdosistas y finalmente con nuestro gran maestro canario.
No hay consuelo, pero sí esperanza.
Galdosistas, estamos de luto, pero, por favor, recordar lo mejor de Yolanda, que seguirá viviendo con nosotros.

Madre Tierra
La vida parece un inmenso océano: a veces frío, a veces inabarcable, siempre un reto. Nadamos agotados hasta la extenuación, luchamos contra las inclemencias, contra el cansancio, contra nosotros mismos. Excepcionalmente, en esta travesía, que en ocasiones se nos antoja larga, encontramos islas sólidas y acogedoras, como Yolanda, Madre Tierra. Poderosa, protectora, abundante. La que te ayuda, la que te abraza. La hacedora de terremotos. Cómo no, si ella es pura fuerza. Te mueve y conmueve, te toca e impacta. Para que no estés solo, hace que los ríos se comuniquen y converjan todos en uno y así verternos. Yo, arroyuelo, me sentí parte de algo mucho más grande que la suma de todas las aguas que juntan sus cauces al llegar juntas al mar. En la desembocadura estábamos todos y Madre Tierra sonreía ante el espectáculo del resultado.

Recuerdo de una foto con Galdós al fondo

En estos días, desde que llegó la triste noticia del fallecimiento de Yolanda, en su ciudad natal de Las Palmas, me han asaltado multitud de recuerdos, de momentos, de charlas y otras vivencias compartidas, pero ha habido uno que ha prevalecido sobre otros y que es una pequeña anécdota que tuvo lugar durante el último Congreso Internacional Galdosiano celebrado en esa ciudad, Congreso, que por otra parte, fue muy especial para mí.
Una mañana, Yolanda estaba muy interesada, y me insistió en varias ocasiones, para que ambas nos hiciéramos una foto ante el cartel anunciador de ese Congreso con la imagen de Galdós. Iba trascurriendo la mañana y no encontrábamos el momento. Cuando por fin íbamos a hacerla, incluso estábamos en pose de foto, nos dijeron que ya no daba tiempo, que teníamos que salir para ir a la Ofrenda. Y allí nos fuimos.
Cuando caminábamos hacia nuestra cita con el escritor, en esta ocasión frente a su estatua en piedra en el paseo, nos tomaron la instantánea que acompaña a estas palabras.
Una foto no realizada, y un pequeño deseo incumplido de ella, dio paso a esta otra que he mirado en varias ocasiones estos días. Ahora en el recuerdo se funden ambas y envuelven a tantos otros momentos, lugares y palabras compartidos en estos años.
Un abrazo especial para ti, Yolanda, allá donde te encuentres, donde seguramente estarás en animada charla con Benito Pérez Galdós y algunos otros amigos.